El último de la fila

Los ochenta fueron una de las épocas más llamativas aunque, seguramente, no fuese de las más estilosas en muchos aspectos. Este aparador de conglomerado, que intentaba imitar a un mueble bien, no tenía muchas posibilidades de que alguien se fijara en él. Estaba ornamentado en exceso, las decoraciones de plástico de las puertas eran excesivamente chillonas y el acabado craquelado de la pintura no tenía ninguna opción de triunfar. Pero lo vimos, al fondo del almacén de un trapero, y pensamos que, con algunos arreglos, podríamos conseguir de él el encanto de un aparador midcentury.

Primero, serramos las ostentosas patas sin gracia y las cambiamos por otras muy sobrias de madera. Quitamos los adornos de los cantos y las puertas y relegamos los pomos al fondo de un cajón donde seguramente jamás volverán a ver la luz. Masillamos, lijamos, pintamos, añadimos nuevos pomos que combinaran con las patas… 

Et voilà! Un mueble único y llamativo que se convirtió en el punto focal de una habitación infantil con mucha personalidad que podéis ver en el proyecto “EN UNA LADERA DEL TIBIDABO”